Francisco Pifarré, el jesuita catalán referente de los guaraníes en Bolivia

El jesuita catalán Francisco Pifarré ha sido testigo de los sufrimientos y logros de la nación guaraní de Bolivia desde su llegada al país en 1967, donde se ha convertido en un referente para los indígenas con los que convive, así como para académicos y activistas de todo el mundo.

Pifarré habla sin tapujos, carga contra petroleras y grandes terratenientes con la misma intensidad con la que alaba la rebeldía histórica del pueblo guaraní. En la sede de Cáritas, en la ciudad de Camiri, departamento de Santa Cruz, explica los claroscuros de una de las naciones indígenas que componen la Bolivia de hoy.

Unos 80.000 guaraníparlantes viven en el primer país de América en tener un presidente indígena, Evo Morales, perteneciente al pueblo originario aymara, y que ha impulsado una flamante Constitución que declara el Estado como «plurinacional» para integrar así a todas las etnias nativas que lo componen.

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El reconocimiento actual a los pueblos ancestrales, su intensa organización y participación política en múltiples instituciones no es flor de un día, si no un proceso abierto y mutante con aciertos y errores, pero que sin duda ha cambiado para siempre un país antes sometido a las empresas multinacionales, asegura Pifarré con su discurso tranquilo de maestro de escuela.

A sus 70 años, este religioso nacido en Barcelona ha dedicado la mayor parte de su vida a realizar programas educativos y pedagógicos con las comunidades campesinas e indígenas de Bolivia.

Así lo recuerdan representantes de la Asociación del Pueblo Guaraní (APG), una organización creada en 1987 y que articula a los guaraníes de todo el país, en una reunión convocada para explicar su historia y cultura a los visitantes del proyecto de la cooperación española «Chaco Ra’anga».

Una iniciativa que recorre con 12 viajeros de cuatro países el Gran Chaco a través de Argentina, Bolivia y Paraguay desde el 1 de mayo para divulgar la desconocida región a través de la ciencia, el arte y la comunicación social.

«En la década de 1970 el campesinado y los indígenas eran marginados, convertidos en servidumbre y abocados a la dependencia, pero han despertado», dice el jesuita.

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Pifarré, autor de varios libros sobre los pueblos originarios de Bolivia, sostiene que para alcanzar la organización política de hoy, los guaraníes debieron recuperar la rebeldía con la que enfrentaron a los colonizadores españoles.

«Liberarse del patrón, organizarse, recuperar las tierras que les pertenecían y producir por sí mismos. Una experiencia dura y costosa que les valió persecuciones y acusaciones infundadas pero que ha tenido resultados interesantes», recuerda.

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Según Pifarré, el pueblo guaraní viene de 400 años de lucha contra la colonia española y el poder republicano boliviano: «Hasta mediados del siglo XIX estuvieron resistiendo embate tras embate», declara.

«Las derrotas y el desgaste marcó su inicio del siglo XX con una tremenda reducción demográfica. Los guaraníes, cansados, se plegaron al poder de los patrones. Como peones, esclavos, un campesinado sometido y siervo, que de haber sido un indígena rebelde pasó a ser humilde, pasivo y avergonzado de sí mismo», recalca.

En 1960, expulsados de sus tierras por empresas petroleras, ganaderos y terratenientes, los guaraníes de Bolivia tenían dos opciones, recuperarse o desaparecer, dice el jesuita.

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«Poco a poco despertaron y después, con una velocidad notable, se organizaron en cooperativas de trabajo para autoabastecerse. Crearon una fuerza política y social importante. Ahora están en las instituciones públicas, son diputados y senadores. Algo muy nuevo en el país», añade.

Un proceso que se ha consolidado gracias a la nueva Constitución, «que convierte al campesinado en ciudadanos con las mismas garantías y derechos que el resto, así como gracias a una ley contra la discriminación», que el religioso considera ejemplar para el resto de países de la región.

Pero Pifarré asegura que esta institucionalización oculta algunas trampas. «Ahora algunos dirigentes se desarraigan con facilidad de su origen y de los grupos de base. Hay una relación cortada, una separación que a nivel gubernamental y desde el oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) se está fomentando».

«Al absorber a la dirigencia se vive una doble situación. Por un lado sectores muy vinculados al Gobierno y otros que se quedan más distantes, recibiendo solo apoyos asistencialistas que en realidad no ayudan a la gente», asevera