Visita al pais de los enlhet de Paraguay

En nuestras primeras dos jornadas en Paraguay, tras atravesar la conocida como Picada 500, una ruta de 166 kilómetros polvorientos que une Bolivia con la ciudad paraguaya de Mariscal Estigarribia, llegamos a Filadelfia, la principal urbe del departamento de Boquerón. Ciudad que acoge a la mayor colonia de religiosos menonitas, que desde su llegada al país en la década de los años 20 se dedicaron a la cría de ganado vacuno.

A pocos kilómetros de esta localidad viven los indígenas enhlet, una comunidad víctima entre dos trincheras. La de los batallones militares de los Ejércitos boliviano y paraguayo durante la Guerra del Chaco (1932-1935)  y la del desarrollo ganadero y agrícola de los menonitas que han ido desmontado gran parte de los bosques originales de la región.

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Antes de conocerles, visitamos en Filadelfia el museo dedicado a la historia de los menonittas, estos migrantes europeos que fueron llegando a América en diferentes tandas, huyendo de persecuciones religiosas.
Agate Harder, nos acompaña por el local y nos explica cómo sus familiares quedaron también en medio de una guerra que no les correspondía.
Ella asegura que los menonitas se llevan bien con los indígenas, que hay una tradición de ayuda por su parte a esos pueblos que habitaban originalmente este territorio.
Nos remarca que tras la guerra, muchos nativos comenzaron a llegar a las puertas de sus colonias, perseguidos por los ejércitos en contienda que los consideraban traidores por no querer participar de las batallas y que destaca que ellos les dieron un lugar en la colonia.
Lo cierto es que muchos indígenas y muchos paraguayos viven en esta ciudad, pero en barrios periféricos, apartados del más desarrollado centro urbano.
La memoria que los menonitas resaltan en su museo es sobre la persecución religiosa que sufrieron y las dificultades que pasaron para asentarse en el Chaco, un territorio cuya naturaleza aún es hostil y que más lo era entonces por la falta de agua y de caminos.
En la otra trinchera está el conflicto militar, la Guerra del Chaco, que la historiadora paraguaya Milda Rivarola nos contextualiza desde su espíritu de investigadora tenaz y crítica.

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Rivarola nos acompaña al Fortín Boquerón, un enclave que los paraguayos arrebataron a los bolivianos durante la guerra.
Allí un guía se concentra en los detalles armamentísticos de la contienda y hace una especie de celebración de las tácticas y las técnicas, así como del equipo militar usado en la época.
También recorremos los pasillos del museo viendo interesantes fotografías de le época tomadas del libro «Notas de la pasada Guerra del Chaco», de Juan Esteban Vacca.
Visitamos una de las trincheras que aún permanecen en la zona, los monumentos a los caídos y dos cementerios, uno para los bolivianos y otro para los paraguayos que yacen enterrados sin identificar._MG_2176_editado-1

En el lugar aún hay objetos históricos tirados por el suelo, sobre todo restos de munición.
Rivarola nos había preparado el día antes con una explicación cartográfica, su especialidad. A través de mapas centenarios y más actuales nos mostró como en realidad, la Guerra del Chaco no solo enfrentó a las naciones paraguaya y boliviana, si no que estas arrasaron con un territorio desde siempre ocupado por varios pueblos autóctonos diferentes que no resistieron los abusos militares, las violaciones, persecuciones y enfermedades transmitidas por los soldados.
Rivarola destaca que es un mito que las empresas petroleras que se asentaban por aquel entonces en Bolivia y Paraguay promovieran la guerra y asegura que el motivo fue el ansia de ambos estados nacientes por consolidar su delimitación territorial.
En el contexto del nacionalismo de inspiración fascista de los años 20 y la ausencia de diplomacia paraguaya, ambas naciones se enfrentaron en un territorio que sus propios gobernantes consideraban «tierra de indios».
Allí quedaron los enlhet y otros pueblos de la zona, siendo atropellados. Así nos los explica Hanes Kalisch, un lingüista alemán que vive en la comunidad hace décadas y habla perfectamente su idioma.

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Con él y la comunidad enlhet compartimos un guiso tradicional mientras nos explica que en 90 años han perdido el 98 por ciento de su territorio, y que ven que ya es irrecuperable tras el avance de la deforestación hasta sus lagunas.
También visitamos todos juntos «el país de los enlhet», una iniciativa que cuenta con el apoyo del Gobierno paraguayo para reivindicar la memoria de este pueblo diezmado._MG_0273_editado-1
Han instalado carteles en lugares simbólicos donde sus abuelos pescaban, cazaban o se reunían. Lugares que ahora ocupa la colonia menonita Neuland.
Vamos de cartel en cartel, desde las afueras de la ciudad hasta el mismo centro de la urbe.
Los ancianos nos explican que los religiosos marcaron un antes y un después irreversible, nos describen como era antes la vida allí. Todas sus frases empiezan con referencias a los menonitas: «antes de la llegada de, cuando llegaron los…».

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