La jornada 12 del viaje, segundo del recorrido por el Chaco boliviano fue dedicada a conocer costumbres para la expedición Chaco Ra’anga. Invitados por la agencia de turismo de Yacuiba visitamos los terrenos de Don Paco, cercanos a esta ciudad, donde el cultivo de soja, maiz, trigo, sorgo y pastura constituye la principal fuente de riqueza para familias propietarias y jornaleros.
El sonido de fondo de una olla hirviendo, el crepitar de las brasas, el inconfundible olor a choclo en el fogón anticipaban un gran almuerzo. Un guiso de tripas de vaca llamado ranga ranga, la yuca, el arroz, el cordero asado, el vino de Tarija y el posterior concierto de chacareras, polcas, cuecas, guainos, chamamés y zambas a cargo del trío «la Juventud Chaqueña» hizo las delicias de la expedición.
Mario Vargas, ingeniero boliviano que nos acompaña en el viaje, explica con más detalle las características técnicas de la producción del lugar:
«Todos los territorios se caracterizan por una dinámica propia y algunas veces cambiante y esto puede ocurrir por modificaciones en las dimensiones ambiental, político-institucional, sociales y económico-productivo.
En el Chaco boliviano la explotación de hidrocarburos es una de las actividades económicas más importantes, seguido por el sector agropecuario. En pasados años la ganadería extensiva era practicada por la mayoría de las fincas del municipio de Yacuiba, en la actualidad muchas se dedican a la producción de semillas de oleaginosas, principalmente soja, cuyo mercado principal es el departamento de Santa Cruz.
Dentro de este territorio chaqueño, en los últimos 20 años se asentaron los menonitas, un grupo extranjero religioso y étnico, cuya actividad principal es la agropecuaria, en el caso de la comunidad campesina menonita El Breal ellos producen leche vacuna para elaborar quesos y también cultivan maíz, sorgo y soja.
En estos dos sistemas de producción agropecuaria, se han generado modos de producción a partir de la adaptación de tecnologías y una vinculación con mercados locales y la agroindustria, y todo esto a pesar de las dificultados ambientales, como por ejemplo la escasez de agua.
Se puede observar la presencia del Estado mediante el mejoramiento de algunos medios de producción como el acceso vial, la generación de marcos normativos sobre el uso de la tierra y la implementación de proyectos sociales sobre el acceso a agua potable para los pobladores rurales.
Sin embargo, se percibe que existe una ausencia del Estado en cuanto al seguimiento al cumplimiento del marco normativo sobre el uso de los recursos naturales, esto podría ocasionar problemas ambientales en el mediano y largo plazo, considerando que el ecosistema del chaco es frágil.
Otro aspecto a destacar es que las comunidades indígenas cuentan con títulos de propiedad de sus Tierras Comunitarias de Origen (TCO), los criollos y menonitas también disponen de documentos de propiedad de sus tierras o están en proceso de saneamiento.
El contar con un marco legal adecuado sobre la temática tierra y avanzar en el saneamiento de las mismas ayuda de gran manera en aminorar los posibles conflictos que puedan originarse, por el acceso y uso del recurso tierra, entre los pobladores de esta región».
El grupo visitó también a la comunidad menonita mencionada por Mario, El Breal-Colonia Sur, donde por momentos uno parece estar en pleno siglo XIX. Carros tirados a caballos, casas solo con luz natural, herramientas agrícolas bastante rudimentarias y lo más impresionante, todo ello por decisión propia.
Según nos explicaba Abraham, líder administrativo de la comunidad su religión, basada en el nuevo testamento, les exige que así sea.
También relega a las mujeres a trabajos domésticos y las mantiene fuera de la participación y decisión política.
La única escuela de la comunidad permite estudiar a los niños y niñas hasta los 12 años. A partir de ahí, aprenden de sus padres y madres las labores que se les asignan.
Al salir de la casa de Abraham, donde nos ofreció una sabrosa merienda, nos topamos con un concierto espontáneo del trío de música criolla que nos había acompañado, provocando la discreta admiración de varias jóvenes menonitas y poniendo frente a frente dos culturas completamente distintas, pero habitantes de una sola región el Gran Chaco.
La viajera argentina Agustina Pérez Rial comparte una reflexión y su experiencia con la comunidad:
Simetrías
«Visitar una colonia menonita. Un almacén. Una quesería. Una carpintería. Una escuela. Una casa. Ver pasearse por los campos hombres y mujeres igualados por una vestimenta anacrónica. Vencer la doble barrera de la lengua (esta colonia habla mayormente alemán bajo) y de los modos (de una proxémica de la distancia que guarda las formas, respeta el espacio entre cuerpos y procura el gesto medido). En la última de las paradas, la casa (una que es todas, porque la colonia parece encontrar en la igualdad de la forma el orden), una familia. Abraham y Anna, nos reciben con una merienda y con ellos están sus diez hijos e hijas. Intento hablar con Anna, una de las pocas mujeres de la colonia que habla español, y después me acerco a Pedro, uno de sus hijos de 11 años. Pedro mira mi cámara con interés y decido dársela para que él tome imágenes. En los recorridos previos llamó mi atención el modo en que los/as niños/as observaban nuestros dispositivos tecnológicos. Los menonitas de esta colonia parecen detenidos en el tiempo, se mueven en carros y tractores, en sus casas no hay luz eléctrica y menos aún televisores o computadoras. Decido darle a Pedro una de mis cámaras. Él la toma con cuidado y me pregunta qué fotografiar. Le contesto que fotografíelo que quiera. Palpo su primer desconcierto, pero después veo el entusiasmo que genera la consigna. Las fotos que toma-dejo acá una muestra- son un excelente ejemplo de la formación social de los modos de ver. Geometría y su axialidad insertos en un paraje remoto del Gran Chaco Boliviano».
